En este primer editorial de 2024, expreso mi agradecimiento, junto con Buven y la familia Nanouk, por el premio a los mejores productores de ProDocs, ¡gracias!
Las fiestas navideñas acostumbran a ser los únicos momentos del año en que me permito mirar atrás, y he recordado mi primer trabajo a los 14 años como figurante en un videoclip de Camela dirigido por J.A. Bayona. Desde entonces he estado vinculado al cine de una u otra manera, y ahora hace casi una década que empecé a trabajar como productor: pensar y detectar qué historias merece la pena explicar, analizar el mercado, leer, escribir, conectar personas y crear equipos, animar e intentar cuidar a la gente, soportar egos heridos, equivocarme y experimentar, intentando no perder dinero. En definitiva, accionar los botones para que las cosas pasen.
No es necesario (o quizás sí) subrayar el sacrificio profundo que implica ser productor (en los años que dura un proyecto somos los primeros en abrir la parada y los últimos en recoger), pero este año ha sido particularmente intenso para mí, con proyectos maravillosos pero también lleno de aprendizajes y de riesgos, tanto emocionales como económicos, que a veces me han hecho olvidar el verdadero sentido de la profesión.
Después de recoger los frutos de la exitosa lucha feminista en la industria del cine, es crucial continuar con la inclusión de realidades y voces que han estado subrepresentadas o excluidas, como las personas con discapacidades, la comunidad LGBTQ+ o las diferentes minorías culturales o raciales, no solo para construir una industria más justa, sino también más rica e interesante.
Mi deseo personal para este nuevo año, cuando menos, es abordar la cuestión de clase, especialmente en los cargos de responsabilidad como los que ostentamos los productores, para que no sea tan extraño que un productor de Sant Andreu o Nou Barris, un director del Raval o de Trinitat Vella o una guionista de La Florida o San Cosme tengan protagonismo real en la industria. Es esencial proporcionar más apoyo para facilitar el acceso a los estudios superiores de audiovisuales, implementar las narrativas audiovisuales en la educación obligatoria, desdramatitzar y transformar el burgués cine social construyendo nuevas (y quizás incómodas) narrativas desde este prisma. Pero, sobre todo, hacen falta más referentes.
Los primeros días de este año que empieza me hacen tomar conciencia de una fuerza interna que nos mueve y que es más poderosa que la frustración y el agotamiento, una necesidad de concretar proyectos donde podamos cuestionar esta visión binaria que divide a las personas y las cosas entre buenos y malos, alimentando la desconfianza entre vecinos, y proyectar una perspectiva más humana y compleja al mundo.
Por eso cuando estéis desanimadas o tengáis un mal día, no olvidéis por qué sois productoras y productores, y por qué habéis llegado hasta aquí. Escribidlo y colocadlo en la nevera o la pantalla del ordenador. Este mantra os recordará que vuestro trabajo es muy necesario, más que nunca.