Isona Passola, fundadora i productora executiva de Massa d'Or Produccions Cinematogràfiques i Audiovisuals

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El placer de ver cine en las salas

Artículo de Isona Passola, fundadora y productora ejecutiva de Massa d’Or Produccions Cinematogràfiques i Audiovisuals, para el InfoPROA del 18 de febrero de 2025.

A pesar de la alarma que se creó después de la pandemia con el descubrimiento y uso masivo que se hizo de plataformas y redes para consumir ficciones y documentales, podemos afirmar rotundamente que el gusto por ver el cine en las salas continúa muy vigente.

Los que venimos del mundo de la producción cinematográfica estamos tan atareados con lo que cuesta construir y levantar financieramente una película, que difícilmente visualizamos una de las etapas finales del recorrido que acabará con el público. Esta es una gran diferencia entre el cine y el teatro, donde actores, actrices, directores y equipos técnicos, en la salida de la obra, palpan exactamente la evaluación de aquello que han creado.

Desde la observación privilegiada que tengo ahora del mundo de la exhibición, con el Espai Texas, y entendiendo que hay diversidad de salas, querría explicar qué constato cuando, sentada en la mesa del bar, espío fascinada quién entra y qué viene a buscar cuando cruza la puerta del cine.

Empecemos por los jóvenes. Normalmente vienen en grupo o por parejas. Hay cierto aire de excepcionalidad en este acto, la excitación de encontrarse fuera del lugar habitual, sin las impresiones por uno mismo como cuando miran la tableta, el móvil o la tele, y con las ganas de socializar después de tantos encierros forzados o queridos. Y la salida de la sala siempre es lo mejor: discusiones sobre lo que han visto, el tema, hechizos por actores y actrices y bullicio incorporado, pocas veces decepciones.

Los jubilados, que hoy son muy jóvenes de actitud y de aspecto, son grandes usuarios de cine en las salas, son los grandes consumidores de cultura en general. Tienen tiempo, buscan excusas para salir en parejas o con amigos, no tanto en grupo como los jóvenes, y saben lo que van a ver. Tienen en general sus hábitos de día y hora y son constantes.

Y entonces están los solitarios, a quienes les gusta venir solos o vienen porque se encuentran solos y buscan una excusa para salir de casa, encontrarse con gente y compartir impresiones, aunque solo sea con una mirada aprobatoria con el otro, una sonrisa o un gesto con la cabeza. Cada vez hay más y la felicidad que rezuman al salir es un regalo.

De los de mediana edad, que iría de los treinta a los cuarenta largos, no se ven tantos. A menudo llevan a los hijos a las sesiones infantiles. La expresión de los niños, habituados a las pantallitas, es muy curiosa cuando cambian la dimensión del visionado.

Entrar en un cine es un ritual y, como todos los rituales, tiene algo sagrado, es un valor simbólico para un colectivo. Como dice Baricco, “el cine en las salas es un visionado y una escucha atenta. Una comunidad de personas que miran, escuchan con atención y dejan que aparezca el espíritu crítico y la emoción en un entorno donde todo se mide por impactos”.

Reivindiquemos la sala del cine. Ese espacio donde pasamos miedo, reímos o lloramos juntos envueltos por el mejor sonido y por la imagen más nítida, tan fiel a la realidad, a los sueños, tan grande y tan cerca que casi la podemos abrazar.