En los últimos meses he tenido la oportunidad de participar en una residencia de desarrollo y varios foros, y recientemente hemos cerrado otro año más en el Festival de San Sebastián. Durante este tiempo, me ha llamado la atención la evolución en la manera de trabajar de productoras y productores, donde se fomenta el intercambio de preguntas y experiencias sobre cómo realizamos nuestra labor. Estas consultas, que a menudo reflejan trayectorias diversas, han dejado entrever que la producción suele desarrollarse dentro de un marco de cierta inseguridad.
Recuerdo mis inicios en la profesión, cuando sentía una barrera difícil de sortear, ya que muchos productores solían guardar celosamente el know-how por temor a ser superados. Afortunadamente, esto está cambiando. Tal vez debido a un cambio generacional, a la transformación de la industria, a la proliferación de asociaciones o a una mayor oferta formativa, estamos viendo una mayor disposición para compartir conocimientos.
En una de estas reuniones, surgió en tono de broma la idea de crear una residencia específica para productores con experiencia, donde podamos compartir dudas y comparar los distintos enfoques que tenemos sobre aspectos cruciales como auditorías económicas, fiscalidad o la legalidad de nuestros proyectos y empresas.
También abordamos la importancia de compartir experiencias positivas, y sobre todo negativas, con nuestros partners. Esto podría ayudarnos a evitar que ciertos perfiles inadecuados sigan operando en la industria. Por ejemplo, contar con referencias fiables al firmar coproducciones internacionales puede marcar la diferencia en el éxito de un proyecto.
Es posible que esa residencia para productores no-noveles nunca se materialice, pero mientras tanto, las asociaciones de productores ya están cubriendo muchas de estas necesidades. Al final, está en nuestras manos el nivel de colaboración que queramos fomentar y el tipo de industria que queremos construir a medio plazo.


