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Con tiempo para pensar cómo hemos llegado hasta aquí

Artículo de Mikel Mas, productor en Cornelius Films

El avión aterriza con 15 minutos de retraso y son alrededor de las 9:35 de la mañana cuando llegamos al vestíbulo del aeropuerto de Ginebra. Allí se encuentra la agencia del shuttle que nos tiene que llevar a Annecy. Que nos tiene que llevar al estreno de Olivia y el terremoto invisible un lunes a las 10:30 de la mañana. Correcto. Menos de una hora para que empiece el show. Conseguimos que los del shuttle entiendan nuestra prisa y nos reparten en varias furgonetas.

Yo no voy con nadie del equipo, pero sí con Marta Alonso. Qué mejor compañía cuando vas justo de tiempo y necesitas a alguien que no te haga pensar demasiado en ello. Llegamos. Justo, pero llegamos. Pero antes de entrar en la espectacular sala del Bonlieu, un último obstáculo: dejar las maletas en una consigna electrónica ininteligible.

Entramos justo cuando Irene, la directora, acaba de salir al escenario. ¡Lo hemos conseguido! Así que ahora toca disfrutar de la peli. O quizá sufrir. Analizar cada suspiro y cada risa, sentir cómo la sala recibe aquello que empezamos a construir en ese mismo Annecy, pero en 2017.

La peli termina y aparecen los créditos, que son largos como un día sin pan. Pero hoy… ¡pasan volando! Porque los espectadores deciden aplaudir durante los 5 minutos que quedan de película. Y otros tantos cuando ya se han encendido las luces. Y esos aplausos nos acompañarán toda la semana. En cada cerveza en el Café des Arts, en cada chapuzón en el lago y en cada reunión del MIFA donde consolidar nuevas aventuras. El aplauso nos dio la pista de que quizá había premio la noche del sábado. Tanto es así que un servidor, que tenía que volver el viernes por la noche, decidió quedarse hasta el domingo.

Llegamos a la entrega de premios más relajados, sabiendo que hemos ganado y con ganas de celebrar. Con tiempo para pensar cómo hemos llegado hasta aquí. Y recordando todas las instituciones, televisiones y organismos que nos han ayudado. Pero siendo conscientes de que, sin el ICEC y su apoyo en ayudas al desarrollo, producción y difusión, nunca habríamos conseguido hacer la primera película catalana de stop motion que, sí señores y señoras, se ha llevado un premio en el festival de animación más importante del mundo. Larga vida al ICEC y larga vida a la animación en catalán.