“Steal from the best” es un viejo lema entre los actores británicos. “Aprender de los mejores en su profesión” sería más correcto, pero menos preciso. En eso pensaba de vuelta del CPH:DOX, el festival de documentales de Copenhagen, que para muchos es ahora el mejor de Europa. Sus dos promotores principales son The Danish Film Institute (DFI) y la Asociación de Productores de Dinamarca.
Un país con una población de unos seis millones de habitantes tiene un peso fuera de lo común en la calidad de su creación en documentales. No es especialmente sorprendente cuando dos de los quince documentales shortlisted en los Oscar son daneses.
Uno de los principios del DFI que ha contribuido a la creatividad danesa ha sido, creo, su constancia en invertir en talento, no en los temas que tratar. Las condiciones para hacer una co-producción con Dinamarca están incentivadas al trabajar con profesionales daneses: editores, directores de fotografía, post-producción. ¿El tema? ¿O la historia? Que simplemente sea de interés para los daneses. Afortundamente se interesan por todo, si está bien explicado. El efecto, sostenido durante años, ha sido que los creativos daneses han colaborado en miles de producciones internacionales, se han abierto al mundo y han aportado sus experiencias de vuelta hacia Dinamarca, robando –en el buen sentido– todo lo que han podido.
Otro efecto ha sido su capacidad creciente de explicar historias de manera universal, porque las exigencias de comunicar con otras culturas conducen a saber reconocer lo esencial y lo que no lo es.
Y finalmente creo que les ha dado una ventaja en la innovación, en la búsqueda de nuevas formas, con una sensibilidad anti-convencional, pero no caprichosa, por el riesgo.
Creo que nosotros haríamos bien en robar su manera de hacer.
