Quienes tenemos hijos, sobrinos o niños/as cerca de nosotros hay un momento, cuando tienen cerca de cinco años, en el que empezamos a preocuparnos de que aprendan a leer. Probablemente, ya hace años que les leemos cuentos antes de ir a dormir, hemos seleccionado una pequeña biblioteca de autores e historias que nos parecen pedagógicamente interesantes y los acompañamos en todo el proceso de aprender a leer.
Pero los niños y niñas, antes de eso, ya han aprendido a “leer” la narrativa audiovisual. Rodeados de pantallas de televisión, tablets, teléfonos y pizarras digitales, incorporan el lenguaje audiovisual con cotidianidad y familiaridad. Como adultos, muchas veces apretamos el botón de on, les abrimos las puertas al contenido y nos despreocupamos de qué miran, dónde lo miran y cómo lo miran.
Y parece extraño que no les acompañemos del mismo modo en un proceso y en el otro. No les facilitamos los instrumentos necesarios para descifrar el lenguaje audiovisual y que no sea solo una experiencia individual, sino que aprendan a comprenderlo y valorarlo en su justa medida. Parece contradictorio que no los guiemos por el mar de contenidos igual que los guiamos cuando crean su pequeña biblioteca propia.
La film literacy consiste en entender el significado de las imágenes en movimiento y animar a los niños y niñas a ver películas de distintas fuentes. Así creamos ciudadanos literatos, capaces de “leer” los films y comprender todos sus significados. Educar a los jóvenes en el audiovisual los proveerá de un punto de vista crítico, les dará herramientas para identificar las fake news y creará los espectadores del futuro.
Por todos estos motivos, la nueva junta de ProFicció hemos añadido, como uno de los puntos del programa, trabajar en esta dirección. Como profesionales del audiovisual, tenemos el deber de empujar el sistema a integrar la educación fílmica y ayudarnos a crear una sociedad literata y crítica.