I B I Z A. Con solo pronunciar estas cinco letras se despiertan en el interlocutor todo tipo de referentes relacionados con los fastuosos templos dedicados al mundo de la noche. Eso a veces puede ser una ventaja, pero en una industria como la nuestra nos presenta algunos inconvenientes.
Impulsar una producción propia en un lugar como Ibiza supone muchísimo más esfuerzo que el que requeriría una producción ubicada en Madrid o Barcelona. La doble insularidad nos supedita a la hegemonía de Mallorca, y por encima de ellos nos marca la separación física y administrativa con la península.
Esas trabas provocan que muchas productoras isleñas con buenas ideas manden proyectos continuamente a la papelera o, lo que es peor: que nunca los saquen del cajón. Porque, incluso cuando se trata de una producción destinada a nuestra propia televisión autonómica, el abismo que nos separa de la isla mayor y la escasez de financiación hacen que a veces no se pueda ni dar el primer paso.
Las instituciones que deberían velar por esta industria en el archipiélago no están dando lo mejor de sí, ni contribuyendo a dar una coherencia entre lo que planeamos sobre el papel y lo que la realidad nos devuelve. Porque a veces ni siquiera es posible contar con
el personal técnico adecuado.
Ibiza es receptora de numerosas producciones del exterior que se generan desde grandes productoras nacionales o extranjeras que vienen a disfrutar de la luz y el entorno único con el que aquí convivimos. Por ende, los profesionales acostumbrados al Service esperan recibir unas cifras acordes con la realidad europea, que aunque son coherentes con los precios de la isla, están a años luz de las que estipulan los convenios a nivel nacional.
Todo ibicenco o residente tiene ya asumido que los precios van a estar continuamente disparados, que el coste de la vida sea tan alto que ir de compras por Japón no parezca muy caro, o que adquirir una modesta vivienda familiar sea un lujo reservado a unos pocos. Pero todo esto eleva los presupuestos hasta niveles que a veces son inasumibles.
Sin embargo, necesitamos más valientes que dejen el miedo de lado y se lancen a producir sus trabajos. Porque así contribuimos a crear una industria cinematográfica sólida, y generando proyectos propios ofrecemos al panorama audiovisual español otras visiones con las que enriquecer el catálogo del cine patrio en todas sus vertientes.
Desde la periferia podemos aportar otra mirada, otra voz, y, lo más importante de todo, a pesar de que las instituciones responsables no ayudan mucho, existe la fuerza e ilusión suficientes para no dejar de intentarlo.
Fotografía de Alberto García-Alix.


