Acabáis de conocer a alguien, lleváis un rato de conversación amable y parece que hay que elegir un tema antes de que se imponga un silencio incómodo. Comentáis que sois productoras de cine y, después de un “¡ah, que interesante!”, os preguntan: “y la productora, ¿qué hace?, es quien pone el dinero, ¿verdad?”. Vosotras, conscientes de que tenéis más aspecto de poner ganas que dinero, recorréis a la respuesta aprendida para explicar bien lo que hacéis, pero sin entrar demasiado en detalles por miedo a no callar.
En PROA somos un grupo numeroso, y seguro que cuando os preguntan, cada cual dice la suya, porque hemos conseguido hacer lo que hacemos siguiendo caminos y vocaciones diversas, y porque nos encantan los matices. Tal vez sí que se acaba entendiendo que asumimos la iniciativa, la coordinación y el riesgo económico de la producción de contenidos audiovisuales, pero creo que mayoritariamente le damos una pátina de romanticismo: unas apoyan el talento, otras hacen posible que una idea se convierta en una película, otras quizás gestionan derechos y recursos que llevan a la pantalla y otras acompañan a creadoras y forman familias cinematográficas… Si no fuera porque queremos lo que hacemos y con quien lo hacemos, la letra pequeña nos resultaría indigerible.
Me gustaría oíros cuando os presentáis; en cada respuesta encontraría una manera diferente de producir, y de todas aprendería. Esta es una de las razones principales por las que me interesa tanto coproducir, para compartir miradas, objetivos, experiencias y riesgos, y para hacer familia, no solo con las creadoras (a las cuales admiro profundamente), sino también con vosotras (a quienes admiro igual de profundamente).
Pocos negocios hay como el nuestro, en el que las colegas, más que competencia, sean compañeras de viaje. Eso no tiene precio, ¡celebrémoslo!