Hagamos las cosas diferentes si no queremos cometer los mismos errores.
En la travesía hacia un panorama cinematográfico más justo, diverso y equitativo, es crucial replantear las vías tradicionales de financiación.
La resolución de la última convocatoria del ICAA ha abierto un debate acerca de las ayudas públicas y los desafíos que la acción positiva, aunque necesaria, está generando en el panorama cinematográfico actual. Es innegable que estamos transitando un sendero nuevo, requiriendo adaptación constante.
La escasez de recursos y el sistema actual de puntos conllevan la triste realidad de que proyectos sólidamente concebidos se quedan sin el apoyo necesario, generando un impacto no solo en los equipos involucrados, sino también en el tejido empresarial.
¿Es hora de repensar este modelo de financiación? ¿Podría la deducción fiscal ser el nuevo camino hacia una industria más justa, diversa y próspera? El momento actual es propicio para maximizar su eficacia. Propongo tres enfoques concretos:
En primer lugar, es esencial un cambio en la presentación financiera al solicitar fondos al ICAA. Este cambio debería priorizar la maximización de los incentivos fiscales. De este modo, la solicitud al ICAA sería complementaria y se sumaría para completar la intensidad necesaria, fomentando una sinergia más beneficiosa para los proyectos.
En el caso de que fuera viable proponer un escenario soñado, nuestro pedido sería agregar solo un “1” en el art. 39.3 de la Ley de Impuestos de Sociedades, para que la excepción del 36.2 se aplique también al 36.1.
Pero entendiendo que esa modificación puede no ser inmediata, proponemos un paso intermedio y es que se computen, para el cálculo de la intensidad máxima, los fondos percibidos por el productor, neto de los rendimientos pagados a inversores y de las comisiones de intermediación.
En segundo lugar, propongo abrir una nueva vía que otorgue una deducción fiscal del 40% para aquellos proyectos que renuncien a solicitar ICAA y que a su vez se compute para el cálculo de la intensidad máxima el importe recibido por los productores, como comentamos en el párrafo anterior. Esta medida no solo promoverá la independencia en la financiación, sino que también servirá como un incentivo sustancial para aquellos que elijan seguir este camino.
En tercer lugar, crear facilidades para aquellos géneros cinematográficos más difíciles de financiar en las televisiones, pero que cuentan con un incontestable valor industrial y recorrido internacional. Es el caso, por ejemplo, del terror, en el que propongo aumentar la intensidad al 70%; en los últimos cuatro procedimientos de ayudas generales del ICAA sólo salieron adelante como beneficiarios dos proyectos de este género. O la animación, para la que propongo disminuir la intensidad del 75 al 70 a cambio de eliminar el tope presupuestario que existe actualmente de 2,5 M€.
Estamos en un momento crucial para redefinir el futuro del cine español. La innovación en la financiación cinematográfica no solo es necesaria, sino que representa el camino hacia una industria más inclusiva, creativa y próspera para todos los involucrados, impulsando y no excluyendo el talento excepcional presente en nuestro país.