Al hilo del éxito de público y del reconocimiento artístico internacional obtenido por la película Alcarràs, de la directora catalana Carla Simón, creo oportuno compartir unas reflexiones acerca de la importancia de la producción audiovisual nacional para la cultura, identidad y prosperidad del país.
En nuestro país existe una cantera de talento creativo, que necesita de apoyo institucional y privado para dar a conocer al mundo sus obras. La cultura es riqueza en todos los sentidos, y un país que deja de creer en su talento autóctono y lo fía todo a la producción externa corre el riesgo de perder sus raíces culturales e identidad.
El caso de Alcarràs, entre otros muchos, es ejemplarizante en este sentido: lo local acaba siendo lo más universal, y la mejor forma de comunicar una forma de ser y estar en el mundo.
Viene todo esto a colación, porque estos días se están debatiendo importantes reformas legislativas en el ámbito audiovisual que, en mi opinión, deberían poner el acento y facilitar la eclosión de la producción audiovisual nacional, como una apuesta de futuro, cultural pero también económica, generadora de beneficios sociales y puestos de trabajo.
Conviene tener la mirada larga, abrazar lo que viene de fuera, pero sin dejar de apoyar la energía creativa propia. Conjugar estos dos intereses es todo un reto para el legislador, que haría bien en escuchar con atención a las diferentes partes interesadas. Nos va mucho en ello y estamos a tiempo. En este sentido, me consta que PROA realiza una labor constante e ingente en beneficio de todo el sector cultural.