Tuve la suerte de compartir muchos ratos con Carlos Ruiz Zafón. Era a principios de los años 80 y estudiábamos Ciencias de la Información en la UAB. Entonces ya apuntaba maneras del gran escritor que llegaría a ser unos años más tarde.
Fue él quien, en su rico y enigmático universo literario, inventó aquel fantástico Cementerio de los Libros Olvidados, que situaba en Barcelona. Recuerdo esto porque creo que no me equivocaría si dijera que casi todas las productoras tenemos, en algún rincón, una caja de dosieres que no han ido a ninguna parte y que podríamos etiquetarla, emulando modestamente al amigo Ruiz Zafón, como la Caja de los Dosieres Olvidados. Ya fueran películas de ficción, documentales, series, formatos televisivos o híbridos de todo tipo, todos los proyectos fueron eso, proyectos, y tuvieron su dosier impecable. Ahora, en la época digital, muchos no llegan al papel, parecen más efímeros, pero igualmente, todos han supuesto un gran esfuerzo realizado con la esperanza de que algún día vieran la luz. Y, al final, no la han visto y se han quedado en la caja, olvidados.
Los proyectos eran buenos, ¿verdad? Entonces ¿por qué no salieron adelante? Seguramente detrás del “fracaso” de cada uno de ellos había un motivo, racional o casual. No interesaba el tema, el director no había recibido ningún galardón, la guionista tenía poca experiencia, el productor se equivocó de camino, la puerta a la que se llamó no era la correcta, no se tenían los contactos adecuados, se presentó en un mal momento, el comprador se desdijo, no había un talento asociado lo suficientemente potente o, un clásico, coincidió con otros proyectos muy similares…
Os propongo un ejercicio. Con la excusa de poner orden, coged la caja, releed los proyectos e intentad recordar las muchas horas invertidas en crearlos y diseñarlos. Ahora que tenéis la perspectiva del tiempo, pensad por qué creéis que fallaron. Después volvéis a guardar la caja… o la tiráis definitivamente, con todos los dosieres dentro.
