El impacto de la inteligencia artificial (IA) en el sector audiovisual es innegable. La aplicación de estos modelos -desde su vertiente más analítica y predictiva al boom actual de la IA generativa- transformará los procesos creativos.
Uno de los hechos más destacables de estos nuevos procesos es la mejora de la comunicación humano-máquina: ahora ya somos capaces de comunicarnos en un lenguaje natural con un software, ChatGPT o Midjourney son ejemplos de ello. Ya podemos describir una imagen y los modelos la ejecutan, y también un sonido, un vídeo y un largo etcétera.
El hype actual de esta tecnología, inflado por diversos actores que hace años que invierten en ella sumas astronómicas, hace que todo vaya demasiado rápido. No hay tiempo para asimilar tantos cambios, y mucho menos para entender cómo funciona. Nosotros, desde GusanoFilms, ya hace años que lo investigamos y seguramente tenemos cierto terreno ganado para navegar en este alud de información, pero igualmente es inabarcable.
Pero que eso no nos tire para atrás; hay que entender bien esta tecnología y debatir su impacto: antes de que el green light de los proyectos sea delegado totalmente a un algoritmo o de que esta tecnología esté tan incrustada en nuestro día a día que se vuelva invisible.
La IA comporta muchos retos, y también muchas oportunidades, pero siento que este debate no tiene lugar en el sector, y es muy necesario. Está pasando en el mundo de la fotografía, en el de la educación y en otros ámbitos, pero en el cine independiente el debate parece inexistente.
Como bien apuntan la investigadora Cate Krawford y el escritor Evgeny Morozov, la IA no es ni artificial ni es inteligente, y sería bueno buscar otras maneras de pensarla desde el cine.