La semana pasada, tuvo lugar en Barcelona una nueva edición de Gamelab, el congreso internacional arraigado en Catalunya desde 2011 y que algunos líderes del sector han empezado a proyectar por su influencia como un potencial “Davos del videojuego”.
En Gamelab, el ecosistema de Catalunya ha encontrado un faro que inspira su futuro y que poco a poco ha forjado un sueño compartido: el de convertir nuestro país en el mejor lugar del mundo para crear videojuegos.
Esta ilusión colectiva ha empezado ya a hacerse realidad gracias a la constancia del trabajo de un ecosistema que, a pesar de su acelerada expansión, ha sabido permanecer unido alrededor de una visión común y un esfuerzo solidario.
En un momento en el que la bola de nieve del videojuego crece para engullir en ella a Barcelona, tenemos que detenernos y pensar qué es lo que realmente estamos construyendo. Y quizás entonces nos damos cuenta de que tenemos una oportunidad singular y privilegiada para dejar oír nuestra voz de forma más contundente dentro de un sector europeo del videojuego huérfano de liderazgo.
Tal vez tenemos que dejar de compararnos con una mirada corta y temerosa, en cifras que piden permiso a quienes no pueden darlo, y más allá de eso, ambicionar ser quienes damos forma al sueño de que el medio más importante de nuestro tiempo se convierta, además, en el mejor.
Porque el mundo se ha girado ya hacia nosotros y nos escucha, esperando que tomemos la palabra desde nuestros propios escenarios.