¿Sabéis cuántas veces me mencionaron o me explicaron alguna cosa sobre la animación en la universidad? Ni una.
Ni una sola referencia en los cuatro años de Comunicación Audiovisual ni en los posteriores posgrados y másteres relacionados con el cine. Soy millennial, por cierto, la generación del cambio digital que creció con fenómenos como Detectiu Conan, Doraemon, Los Simpson y otros más cercanos como Les tres bessones o Rovelló.
La casualidad hizo que me cruzara con la producción de un proyecto de animación y fue cuando me di cuenta de que aquello también era una manera de contar historias, una técnica más para emocionar al público. También fui consciente de que la forma de financiar, desarrollar y producir animación tenía sus diferencias y especificidades. Y siempre me venía la misma pregunta: ¿por qué nunca me hablaron de la animación?
Ahora estoy agradecido con el máster de PROA y otras universidades y escuelas donde participo dando clases de producción de animación, intentando trasladar mi motivación y amor por esta técnica y donde espero que muchos talentos emergentes la cojan y la amen para explicar sus historias. Con la primera lección siempre me ayuda Guillermo del Toro: “La animación no es un maldito género. ¡La animación es cine!”. ¡Viva la animación!
