¿De qué color es el mar? Azul, azul cielo, verde, turquesa, rojo de sangre, transparente, sucio, negra noche, plano como una balsa de aceite, rizado… Estos días el mar tiene un nuevo color: el color Villaronga.
Agustí Villaronga (Palma, 1953 – Barcelona, 2023).
No es fácil dejarlo partir. A mi admiración como maestro y cineasta se añade mi amistad. Nos conocimos pronto, teníamos 20 años. En el rodaje de un cortometraje suyo, Al Mayurka, vi por primera vez el engranaje y las formas profesionales de una película. Con el tiempo hemos podido soñar despiertos, juntos, con El ventre del mar. No es fácil ver estos días el cartel de Loli Tormenta, porque debajo del título pone “una película de Agustí Villaronga”.
Le oí decir “a veces hago películas”, y es que no ha sido fácil hacer el oficio que elegimos. Dos veces lo he visto tirar la toalla y dos veces la ha recogido porque no quería, ni podía, dejar el cine. Pasó de ser el raro a luchar por los raros. Le gustaba que la industria lo apreciara, pero solo él sabía qué dejaba por el camino.
Quiero aquí mirar y admirar el bello cine de Villaronga y recordar que la profesión es difícil, pero no tenemos derecho a abandonarla. Nuestro contrato es indisoluble. No se acaba nunca.
Debe ser por eso que él ya ha partido, pero pronto estrenamos una película suya.
El mar de Villaronga es el lugar querido; cuando vivía en Palma era frente al mar. Le gustaba bucear y dejarse llevar por la música callada que se escucha debajo el mar. El Mar inauguró la trilogía que, querida o sin querer, ha acabado haciendo, con Pa negre e Incerta glòria. Blai Bonet, Emili Teixidor, Joan Sales…
Nos ha dejado, demasiado pronto, un cineasta único. Se va con las manos llenas de proyectos y sé que a estas alturas le ha cerrado los ojos a Rodoreda y están hilvanando La mort i la primavera. ¡Buen rodaje, Agustí!